miércoles, 4 de febrero de 2009

Acá se bebe nescafé (y no cafécafé)


Lunes, 2 de febrero.
Aun acostumbrándome a los calores infernales de este endemoniado verano. Temperaturas inéditas y todos mis chocolates derretidos en las escondrijos de mi departamento cuasi abandonado (últimamente me la paso más en el refugio de Patricioluis...el pololo).
No me acostumbro a madrugar. Lo hice feliz durante el seminario, en la Residencia. Después, vaya que es un lío. Sobre todo acá, en Santiago. Febrero. Vacaciones. No vuela un alma en esta ciudad. Todos en la playa o en la montaña. Lejos. Amigas, de vacaciones. Pololo, de vacaciones. Hasta la nana (asistenta/empleada), de vacaciones.
Soledad, sola en Santiago, solo me queda diccionarizar (sssss). Desde las 8 de la mañana en la oficina me interno en lo que es la primera parte de etsa empresa: tachar en todo un diccionario lo que en Chile no se usa. En Chile se habla chileno dijo nuestro gran filólogo y hermano mayor Sonora. Y lo compruebo al tachar y tachar y tachar. Mi equipo también tacha. A la negra Natalia le gustará esto del tachado (lo silenciado, lo marginado y esas cosas que los postestructuralistas tanto añoran) y yo solo quiero despertar.
Con lo lenta que soy no alcancé a desayunar. Tendré que acostumbrarme a hacerlo acá. En los ambientes oficinescos. Pienso en Pessoa, el amanuense mayor y se me pasa el pesar. Necesito despertar, necesito.
Un cafelito (me encanta esa forma cariñosa que usan los coños del alma) ca-fe-li-to. Y, vaya, desencanto. En Chile solo se bebe nescafé. Una vez tuve un novio (que no es lo mismo que pololo en el lenguaje chileno). Un novio italiano. Vaya que sufrió el pobre en Chile. Los tanos, que beben un expresso-espeso a primera hora de la mañana, en una tacita minúscula. Vaya decepción al ver el tarro de nescafé desperdigado por las ciudades, islas, pueblos, recovecos que recorrimos en mi país pasillo. Gracias a él conseguí una bialetti y encontrar un emporio italiano, donde venden café de grano. De él me queda el buen gusto en lo culinario. Vaya escuela.
Cafécafé lo llaman en Chile. Café al nescafé. Divertido que en un país perdido del mundo llamen cafécafé al café. Y ahora me encuentro tratando de despertar, con el sabor ácido del nescafé que corroe mi esófago. ¿Alguien más beberá nescafé entre la hermandad del Gran Filólogo?

3 comentarios:

  1. Que tal, Chile. Estaba en el despacho, con Giulia, mi compañera de departamento. Veo en gmail un mensaje. Soy paciente y espero. La joven italiana se despide. Carísima. Son las 14.00 o casi y leo con cierta prisa. Me arrepiento y salgo para casa. Como. Despido a Ana (¿Cómo se dice "esposa o mujer" en chileno? ¿Polola o repolola?), que sale para el trabajo y me hago un café-café. Ahora, con tiempo y una taza cálida en la mano, releo con gusto sobre los usos y costumbres de Chile. Me ocurre que en Sevilla la lluvia anda desatada, a saltos con el frío, y tu verano chileno me despierta una morriña. Alegre y leve. Me ocurre que el café-café -el matutino, el de la tarde- se adueña de la lectura y del silencio. Se me ocurre que pienso en tomarme mañana en la mañana un nescafé y probar a ser pelín chileno. Se me ocurre que es bonito saber de ustedes y esperar que no se acabe. Escriban, si pueden. Para mí es un gusto.

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  2. El Nescafé también se usa en el Reino de Murcia, pero yo prefiero el cortado de las cuatro de la tarde con mi amigo Alberto. Todos los días, antes de comenzar las respectivas jornadas de trabajo vespertino, nos reunimos en Zalacaín. Esta cafetería, de nombre barojiano, es un clásico en la ciudad ya que desde hace más de 25 años acoge a la bohemia y a la intelectualidad murciana (que no es mucha la una y menos la otra). De vez en cuando se puede ver por allí a Patricio, escritor, periodista, mirón, barbudo, canoso y experto en flamenco para más señas, que es un auténtico icono del sitio. Mi cortado y el bombón con hielo de mi amigo (un bombón es café con leche condensada) se van mientras comentamos las últimas noticias y los próximos proyectos.
    Brindo con ustedes con café.

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